LAIRD, MARTIN
AgradecimientosIntroducción. Erizos y zorros1. A la entrada del corazón. Sobre la práctica de la contemplación La entrada del corazón Raíces cristianas de la práctica contemplativa «Llamad y se os abrirá» (Mt 7,7; Lc 11,9) Mira que estoy a la puerta y llamo (Ap 3,20) Conclusión2. Nuestra colección de vídeos «Qué va, peor que extraños» Ciego de ira Aferrarse a la distracción como un perro a su hueso3. Los porches abiertos de la mente. Sobre el silencio y el ruido El canto del mirlo Algunas variedades de silencio El silencio de la sierra eléctrica Una rueda repleta de radios4. Una ausencia iluminada. La luz de la conciencia Galería de luz Conciencia plena: la práctica propia del silencio Ver a la luz de la lámpara Amanecer en el corazón El influjo de la luna El embrujo de la luna Amanecer en el corazón5. La criba del aburrimiento La criba del aburrimiento Descarrilar de aburrimiento Conclusión6. Desintegración creativa. Depresión, pánico y conciencia Una alegría reverente Estados de ánimo y el hilo de los pensamientos Los hombros de la distracción De cómo no abusar del hilo dental y del cepillo Combates en el alma sana7. Las grandes tinieblas del entendimiento «Una luz amorosa» Las grandes tinieblas del entendimiento Callejón sin salida8. «Conmigo no funciona». Oraciones de petición y otros problemas prácticos La oración de petición: Huck Finn y Dionisio Areopagita Quedarse dormido durante la oración Rezar con iconos y estatuas No tengo tiempo para rezar Sobre el papel del eneagrama y Myers-Briggs en la contemplación Me siento a meditar y no sucede nada De la oración carismática a la oración contemplativa¿Puedo cambiar la palabra de oración? ¿Debo decir siempre la palabra de oración?¿Puede la práctica contemplativa ayudar a perdonar?
Hay una unión primigenia entre Dios y el ser humano, y aunque se trata del hecho más simple y esencial de nuestra vida espiritual, se necesita una vida para materializarlo. La razón de nuestra ignorancia es el constante ruido y el parloteo interior que genera la ilusión de estar separados de Dios. Nuestra cultura nos educa mayormente para que fijemos la atención en ese ruido superficial, que, a la vez, prolonga la ilusión de Dios como un objeto distante que debemos buscar, pues estamos convencidos de que nos falta. Y entonces, uno de los grandes misterios del camino contemplativo es el descubrimiento de que, apenas caen los velos de la separación, ese Dios que hemos estado buscando ya nos ha encontrado, nos conoce y nos sostiene en el ser desde toda la eternidad.