LAIRD, MARTIN
PrefacioAgradecimientos Parte primera 1. Pensamientos con mil brazos. Contemplación y condición humana 2. Silencio que brilla como el sol. La canción de la unión Introducción. Luz sobre luz Grandes tañidos de luz: un coro de unión Nuestras voces en el coro «Huérfanos de luz» El cotilla y el suflé Parte segunda 3. Ecos lejanos de casa. Mente reactiva Introducción «Sácate primero la viga del ojo» Café largo o corto: la mente reactiva ¿Cómo es la práctica? ¿Cómo es el ego? ¿Qué aptitudes contemplativas comienzan a desarrollarse? Desafíos particulares 4. Un esplendor tenuemente iluminado. Mente receptiva Introducción: la caja torácica del fracaso Mente receptiva: el aroma de lo que es la oración ¿Cómo es la práctica? ¿Cómo es el ego? Aptitudes contemplativas Mayor destreza de la consciencia: de la consciencia al despertar El habilidoso uso de los pensamientos, sean dolorosos o nobles Estar sentado sin estar sentado Desafíos especiales Esforzarse demasiado Observar nuestro propio progreso Tratar de recrear la experiencia Juzgar nuestra práctica Sentir en la periferia de las cosas 5. Un océano de luz. Mente luminosaIntroducción: un grand jeté Mente luminosa Luz muy amorosa Una piscina de luz Un mar interior ¿Cómo es la práctica? La práctica de la contemplación. Recapitulación ¿Cómo es el ego? Aptitudes contemplativas Ya no somos objetos de nuestro propio proyecto contemplativo Todos somos uno Dejamos de compararnos con los demás Desafíos especiales Conclusión Parte tercera 6. Nuestros huéspedes indeseados. Depresión y sus amigos Introducción: los derechos de los ocupantes ilegales Bordes deshilachados de la mente Oscuras horas de noches interminables: Millicent Esperanza y abandono: Brendan Las olas me rodeaban: Jonas
Esta obra está dirigida tanto a quienes acaban de emprender el sendero contemplativo como a quienes ya tienen una práctica madura de la contemplación. Esta práctica va progresivamente elevando el alma, liberándola de los obstáculos que introducen confusión en nuestra identidad y, por tanto, confusión sobre el misterio que denominamos «Dios».A lo largo de una vida de silencio interior brota la flor de la consciencia: la vívida realización de que nunca hemos estado separados de Dios ni del resto de la humanidad, al mismo tiempo que cada uno va convirtiéndose en aquello para lo que fue creado. En la contemplación nos hacemos silencio ante Dios, de modo que el «ante» desaparece. Aquellos cuyas vidas les han llevado a la tierra del silencio lo saben.