RÍO MARTIN, JUAN DEL
El nuevo Doctor de la Iglesia Universal, San Juan de Ávila (1449/1500-1569), Patrón del clero español, iniciador de la ascética y de la mística en nuestro país, es uno de los principales exponentes de reforma personal y eclesial vivida entre 1525-1569, periodo sumamente complejo en la historia civil, intelectual y espiritual de Europa. Hombre culto de su época, con amplios conocimientos bíblicos, patrísticos, teológicos y humanísticos, fue predicador, director de almas, reformador, pedagogo, y hasta inventor. Como eminente teólogo pastoral, sabe traducir a los diferentes auditorios, los principios más altos de la ciencia teológica, con el fin de que sean asimilados por todos y puedan alcanzar la belleza de la autenticidad de la vida cristiana. Esto lo consigue a través de un estilo natural, elegante y cálido al modo paulino. Al tratarse de un autor de estas características, se ha elegido la Santidad y pecado en la Iglesia como atalaya más apropiada para divisar su eclesiología. Desde esa perspectiva, vemos cómo su concepto de la reforma de la Iglesia nace de los elementos sobrenaturales, pero a la vez reclaman cambios estructurales, de tal manera que atraigan a los pobres y alejados. Los santos no son algo petrificado en la antigüedad, sino luces perennes que iluminan los nuevos tiempos. La figura del Maestro Ávila, como el tema estudiado, tiene máxima actualidad, si la comparamos con el papa Francisco. Son lejanos en el tiempo y con distintos ministerios en la Iglesia, pero son cercanos en sus formas de comunicar, en su cristocentrismo del Dios humanado, en los deseos de reforma de la Iglesia in capite et in membris, en las esperanzas de un cristianismo en misión, y en el ideal de una teología que esté siempre al servicio de la evangelización. El cometido de la presente publicación es estudiar de modo sistemático la doctrina del Maestro Ávila sobre la Santidad y el pecado en la Iglesia. Desde este prisma se divisan las grandes líneas de fuerza que traban su eclesiología. Al tratarse de un autor que no escribió tratados de teología, la labor ha consistido en ir espigando, ordenando y valorando su producción, para que adquiera cuerpo y relieve el material eclesiológico que se halla disperso en sus escritos y que pueda ayudar más directamente a efectuar una síntesis doctrinal sobre el tema anunciado.