GIL CANTO, SALVADOR
A los cincuenta años de la clausura del Concilio Vaticano II esta monografía ofrece una nueva recepción del Concilio estudiando los ejes cristológicos de sus Constituciones. Si bien hasta el momento, y de forma mayoritaria, el Vaticano II ha sido considerado un concilio eclesiológico, ecuménico y pastoral, la cristología está en el trasfondo de sus documentos y es el fundamento de muchas de las enseñanzas conciliares. Es más, se puede afirmar que todo el Vaticano II es un acontecimiento cristológico. Así lo expresaba Pablo VI en la apertura de la segunda sesión: «Cristo es nuestro Fundador y nuestra Cabeza, invisible pero real. Nosotros recibimos todo de Él, de manera que lleguemos a ser uno con Él: el Cristo total del que habla San Agustín y del que brota toda la doctrina de la Iglesia. Si esto es así, entonces aparecerán muy claros los principales objetivos de este Concilio». Si el Vaticano II es un concilio eclesiológico, se hace necesario mostrar que es, al mismo tiempo, cristológico. La presente esclarece el tipo de cristología que se halla en el sustrato de los grandes enunciados conciliares. De este modo viene a llenar un vacío en los estudios cristológicos del Concilio.